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Hace unas semanas devoré el libro «El síndrome de la chica buena» de Marta Martínez Novoa. Lo adquirí por impulso para documentarme en algo que estoy trabajando. Lo que no sabía era que iba a ver una parte mía reflejada en ello, esa en la que he estado trabajando en el último año y en la que trabajo con mis clientas.

Para empezar, te diré que este síndrome afecta a las emprendedoras de una forma bastante interesante y que descubrirás a lo largo de este artículo.

la chica buena y su negocio

El detonante.

Como bien sabes, llevo años en esto del emprendimiento y siempre he creído en ello, aunque los demás me llamasen pirada por vender la empresa cuando nació mi mayor.

Pero cuando peté hace un año y medio perdí la ilusión por lo que hacía.

Lo que sentía era la chica buena.

Sentía desmotivación, que vivía en el día de la marmota y que a pesar de invertir en varios cursos y formaciones con gente top, no avanzaba.

Sentía culpa y que a pesar de estar todo el día trabajando, hacía poco o nada.

Que iba como un pollo sin cabeza apagando fuegos, y que me organizaba como el culo.

Sentía que cada vez que le daba la mano a alguien, me tomaba el brazo al completo.

Y por supuesto, que nadie me veía (y que los que lo hacían, era para criticar, darme un consejo no pedido, dañarme o venderme algo).

Sentí que era un fraude.

Mi síndrome de la impostora se activo.
Pero lo que me había llevado allí no era «la impostora».

Lo que me había llevado ahí… características de la chica buena.

Lo que me había llevado a ese punto fue algo mucho más profundo:
Cumplir los deseos y expectativas de los demás, dejando todo lo que requería mi negocio cuando alguien me necesitaba. 
Olvidarme de mi misma, porque me exigía a trabajar hasta el límite. Estaba en pleno puerperio y me enfocaba en seguir forzando sin cuidar mi descanso ni escuchar a mi cuerpo cuando más necesitaba ese descanso.
Sentirme invisible y silenciarme hasta el punto de no dirigir la palabra ni a mi chico, porque el ruido exterior me martirizaba y sentía que lo que tenía que decir no le importaba a nadie, o, si escuchaban lo que tenía que decir se irían.
Sentía que mi vida era la de un personaje secundario, sobre todo por las  noches cuando me acostaba y la ansiedad se disparaba: me quedaba en silencio y atrás del todo, lo ideal para no destacar.

En el fondo de mi, sabía que esto no era explícitamente el síndrome de la impostora. Así que decidí investigar. Y, hace apenas un mes lo descubrí: era «la chica buena».

Mi proceso para trabajar con «la chica buena» y su negocio.

Y lo que más me impactó fue que sin saberlo, desde marzo de 2023, cuando empecé a trabajar en mis heridas de rechazo y abandono de la infancia (telita lo que había ahí), y creé mi propio proceso para volver a la paz mental cuando la ansiedad, la ira o un comentario hiriente llamase a la puerta, había estado trabajando en ello.

Me flipó leer sobre la chica buena y ver como desde hace un año he estado gestionando mi tiempo priorizando mi bienestar y dedicando la gran parte del mismo a mi autoconocimiento, autocuidado y creatividad, cómo transformé esas creencias que me limitaban y aprendí a poner límites.

Mi objetivo: sanar aquellas heridas que traía desde la infancia, y volver a encontrar ese punto de equilibrio para que mi negocio y mi vida personal se mantuviese.

Y sin lugar a dudas, aluciné cuando vi que lo que le pasa a mis clientas, las que confían en mi para volver a su punto de equilibrio, crear su plan de prevención y autocuidado y priorizar su bienestar, tenía nombre y no son unas impostoras. Son «la chica buena».

Abro calendario en mayo para trabajar contigo y tu «chica buena».

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